jueves, 19 de enero de 2017

La muerte es una vieja historia


Hernán Rivera Letelier. Foto: La Tercera. Color: JH

Hernán Rivera Letelier
La muerte es una vieja historia
Alfaguara, 2017

Parece que ningún escritor se resiste a la tendencia de crear un personaje que investigue crímenes, de hacer novela negra, un género (literario, televisivo, cinematográfico) que puede que hoy día sea el que más se consuma. El truco actual de ese éxito está en construir un protagonista con características que se conviertan en familiares, más o menos cercanas, pero bien alejadas de los arquetípicos tipos duros del género negro norteamericano de los años cuarenta y cincuenta. Desde que los suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö escribieran entre 1965 y 1975 diez libros con el inspector Martin Beck como protagonista y, más tarde e influído por aquellas obras, apareciera la serie escrita por Henning Mankell (1948-2015) sobre su inspector de policía Kurt Wallander, la novela negra goza de una atracción imparable por parte de lectores y escritores. En la lista de autores encontramos a algunos de gran renombre como John Banville con el seudónimo de Benjamin Black para su obra de este género; o el griego Petros Márkaris, con su comisario Kostas Jaritos; o la obra del italiano Andrea Camilleri, con su serie protagonizada por el Comisario Montalbano, homenaje directo a otro gran escritor de novela negra, Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003), creador del famoso detective Pepe Carvalho. Esto solo por decir algunos, pues son infinidad los autores que se apuntan a la novela negra (recordemos las andanzas de Boris Vian (1920-1959) con sus impresionantes novelas firmadas como Vernon Sullivan).
El último descubrimiento es el personaje creado por un gran autor chileno, Hernán Rivera Letelier, escritor tardío con una curiosa biografía de trabajos diversos en las minas y en las salitreras del norte de su país y como vendedor de periódicos, algo que parece haber aportado a su lenguaje una gran riqueza por su inmenso dominio del habla popular y los diferentes giros locales. Tras haber autopublicado un primer libro, Poemas y pomadas (1988), que vendió por la calle, puerta a puerta y en bares y cafés, su obra literaria ha ido creciendo en diversidad y calidad, encadenando premios y distinciones, hasta llegar a la fantástica (en sus dos sentidos, como estupenda y porque su obra siempre tiene un punto de fantasía) El arte de la resurrección (2010), que logró el XIII premio Alfaguara de Novela.
Su último libro, La muerte es una vieja historia, nos presenta al Tira Gutiérrez, detective formado con un curso a distancia, quien para salir de sus apuros económicos y vitales, decide dedicarse a esa infrecuente y casi inexistente profesión en su país. Acostumbrado a que solo le lleguen asuntos de infidelidades como el trabajo más habitual al que dedicar su ojo detectivesco, un día le aparece un extraño caso de violaciones en el recinto del cementerio de la ciudad, y le llega a través de una joven religiosa y aparentemente pacata, la hermana Tegualda. Sorprendentemente, esta decide acompañarle en su investigación como ayudante para localizar al Muertito, el fantasmal sospechoso de haber cometido esos crímenes. Los dos personajes, a priori antagónicos, se lanzan a una investigación por los barrios más lumpen y sórdidos de Antofagasta, la ciudad en la que viven y donde han sucedido las violaciones.
No sé si la intención de Letelier es seguir con este personaje para construir lo habitual del género negro: una serie protagonizada por el Tira Gutiérrez y la monjil Tegualda, perfectos como protagonistas. Todo apunta a que disfrutaremos con frecuencia de las correrías y los asuntos en los que se mete esta extraña pareja, y, por supuesto, con la excelente prosa y narrativa del autor.