Palabras sin música. Memorias
Words without music: a memoir. Traducción: Mariano López
Malpaso, 2016
Hubo un tiempo en que escuchar música de Philip Glass era un signo de distinción entre los más modernos, esos que en cada momento se autodenominan de una manera para diferenciarse de los demás. Puede que hoy día su música no esté tan de moda como antaño, pero no cabe la menor duda de que es uno de los compositores más conocidos e influyentes del último tercio del siglo XX. Su carrera abarca infinidad de obras, entre las que cabe destacar varias óperas, Satyagraha (1980), Akhnaten (1983) o, la más famosa de todas, Einstein on the Beach (1976), una obra realizada en colaboración con el escenógrafo Robert Wilson que marcó un antes y un después en el mundo de los escenarios por su concepto visual minimalista, su ausencia de argumento y sus textos repetitivos, casi mántricos. Además, es autor de infinidad de composiciones para conjuntos de cámara, ballets y multitud de bandas sonoras que son, a la postre, las que más han servido para popularizar su figura. Este enero de 2107 estrena su 11ª sinfonía, coincidiendo con su ochenta cumpleaños. Una carrera que lo ha situado entre las grandes figuras de la música, aunque su apellido lleve siempre asociado el término minimalismo, un género musical basado “en la armonía consonante, en pulsos constantes, en lo estático o en las lentas transformaciones, a menudo en la reiteración de las frases musicales en pequeñas unidades como figuras, motivos y células”, estilo del que tiene el honor de considerarse inventor junto a Terry Riley, Steve Reich y La Monte Young.
A sus ocho décadas de vida, Glass ha decidido hacer repaso a su vida y este Palabras sin música se convierte en su libro de memorias, en donde, en primera persona, da buena cuenta de sus inicios, sus costumbres, influencias y cómo su familia, amigos y maestros llegaron a determinar por dónde iba a dirigir sus pasos este joven algo miedoso, aunque decidido, nacido en Baltimore (Maryland, EEUU) en 1937. No se trata de un libro en donde las palabras se disfruten por sí mismas; no se trata de gran literatura, no. Pero la honestidad a la hora de contar su vida, hace de estos textos una buena manera de entender los caminos de Glass por el mundo de la música y por la vida en general. Tampoco me parece muy acertado el título, aunque parece que el autor haya querido separar las memorias del impacto musical que tiene su obra; sin embargo, me cuesta entender (y leer) la biografía de un músico sin una banda sonora con su obra sonando al mismo tiempo, algo que ya he procurado remediar por mis propios medios, pinchando piezas de este maestro del siglo XX durante la lectura de su libro de memorias. En cualquier caso, echo de menos una biliografía discográfica y de sus representaciones o, como se está poniendo de moda últimamente, una lista de audición con enlaces online para acompañar la lectura con la selección de música que hubiera podido hacer el propio autor. Eso sí, el libro se estructura repasando los momentos más significativos de su carrera, desde sus estudios en la Juilliard School de Nueva York, con Darius Milhaud como profesor, o los que realizó en París con Nadia Boulanger en el Conservatorio americano de Fontainebleau, hasta sus colaboraciones con músicos pop o sus éxitos internacionales con las óperas o las bandas sonoras.
Siempre es útil para el aficionado y el estudioso de su obra la sinceridad (aparente) con la que un autor cuenta su propia vida, su desarrollo musical, sus influencias y sus deseos de encontrar un lenguaje propio, algo que, sin lugar a ninguna duda, Glass ha conseguido. Pues, eso está claro, estamos ante uno de los compositores más mediáticos, conocidos e influyentes en generaciones posteriores de las últimas décadas (también, frente a uno de los más criticados, como, por otro lado, suele ocurrirle siempre a los genios).
Para la lectura, puedes escuchar Façades, una de las más bellas obras de Glass, pinchando aquí.