lunes, 30 de enero de 2017

Palabras sin música



Philip Glass
Palabras sin música. Memorias
Words without music: a memoir. Traducción: Mariano López
Malpaso, 2016

Hubo un tiempo en que escuchar música de Philip Glass era un signo de distinción entre los más modernos, esos que en cada momento se autodenominan de una manera para diferenciarse de los demás. Puede que hoy día su música no esté tan de moda como antaño, pero no cabe la menor duda de que es uno de los compositores más conocidos e influyentes del último tercio del siglo XX. Su carrera abarca infinidad de obras, entre las que cabe destacar varias óperas, Satyagraha (1980), Akhnaten (1983) o, la más famosa de todas, Einstein on the Beach (1976), una obra realizada en colaboración con el escenógrafo Robert Wilson que marcó un antes y un después en el mundo de los escenarios por su concepto visual minimalista, su ausencia de argumento y sus textos repetitivos, casi mántricos. Además, es autor de infinidad de composiciones para conjuntos de cámara, ballets y multitud de bandas sonoras que son, a la postre, las que más han servido para popularizar su figura. Este enero de 2107 estrena su 11ª sinfonía, coincidiendo con su ochenta cumpleaños. Una carrera que lo ha situado entre las grandes figuras de la música, aunque su apellido lleve siempre asociado el término minimalismo, un género musical basado “en la armonía consonante, en pulsos constantes, en lo estático o en las lentas transformaciones, a menudo en la reiteración de las frases musicales en pequeñas unidades como figuras, motivos y células”, estilo del que tiene el honor de considerarse inventor junto a Terry Riley, Steve Reich y La Monte Young.
A sus ocho décadas de vida, Glass ha decidido hacer repaso a su vida y este Palabras sin música se convierte en su libro de memorias, en donde, en primera persona, da buena cuenta de sus inicios, sus costumbres, influencias y cómo su familia, amigos y maestros llegaron a determinar por dónde iba a dirigir sus pasos este joven algo miedoso, aunque decidido, nacido en Baltimore (Maryland, EEUU) en 1937. No se trata de un libro en donde las palabras se disfruten por sí mismas; no se trata de gran literatura, no. Pero la honestidad a la hora de contar su vida, hace de estos textos una buena manera de entender los caminos de Glass por el mundo de la música y por la vida en general. Tampoco me parece muy acertado el título, aunque parece que el autor haya querido separar las memorias del impacto musical que tiene su obra; sin embargo, me cuesta entender (y leer) la biografía de un músico sin una banda sonora con su obra sonando al mismo tiempo, algo que ya he procurado remediar por mis propios medios, pinchando piezas de este maestro del siglo XX durante la lectura de su libro de memorias. En cualquier caso, echo de menos una biliografía discográfica y de sus representaciones o, como se está poniendo de moda últimamente, una lista de audición con enlaces online para acompañar la lectura con la selección de música que hubiera podido hacer el propio autor. Eso sí, el libro se estructura repasando los momentos más significativos de su carrera, desde sus estudios en la Juilliard School de Nueva York, con Darius Milhaud como profesor, o los que realizó en París con Nadia Boulanger en el Conservatorio americano de Fontainebleau, hasta sus colaboraciones con músicos pop o sus éxitos internacionales con las óperas o las bandas sonoras.
Siempre es útil para el aficionado y el estudioso de su obra la sinceridad (aparente) con la que un autor cuenta su propia vida, su desarrollo musical, sus influencias y sus deseos de encontrar un lenguaje propio, algo que, sin lugar a ninguna duda, Glass ha conseguido. Pues, eso está claro, estamos ante uno de los compositores más mediáticos, conocidos e influyentes en generaciones posteriores de las últimas décadas (también, frente a uno de los más criticados, como, por otro lado, suele ocurrirle siempre a los genios).

Para la lectura, puedes escuchar Façades, una de las más bellas obras de Glass, pinchando aquí.

miércoles, 25 de enero de 2017

Intoxicated women


Foto: L.J. Spruyt
Mick Harvey
Intoxicated women
Mute / Pias Iberia, 2017

Este es el cuarto disco que edita con relecturas propias de las composiciones de Serge Gainsbourg (1928-1991) aquel artista francés que se convirtió con el paso de los años en un icono de lo heterodoxo, de un vivir escandaloso y amoral y de la capacidad por extraer de la fealdad vital una intensa y hermosa poesía como poca gente lo ha conseguido. El multiartista australiano Mick Harvey comenzó su visita al mundo gaisbourgiano en 1995 con Intoxicated man, al que siguieron Pink elephants (1997) y Delirium Tremens (2016). Ahora es el turno del protagonismo femenino, que tanto juego le dio al compositor francés en su carrera. Harvey edita Intoxicated women, que se abre, precisamente, con una de las canciones más famosas de Gainsbourg, Je t’aime... moi non plus, que en su momento interpretó a dúo con Jane Birkin y que Harvey lo hace, en alemán, con Andrea Schroeder, con una muy alta dosis de sensualidad, tal y como requiere la canción.
Es una de las quince versiones con las que Harvey ha querido repasar la historia de los duetos que Gainsbourg realizó con impresionantes voces (e imágenes) femeninas, como la ya mencionada Birkin, France Gall, Juliette Gréco y la archifamosa Brigitte Bardot, y que para la reinterpretación Mick Harvey a contado con la colaboración de Xanthe Waite y Channthy Kak (para Contact!, el single del álbum, que Gainsbourg cantó junto a Brigitte Bardot), de Jess Ribeiro, Sophia Brous, Lyndelle-Jayne Spruyt y Solomon Harvey, hija del cantante con quien hace un dúo, como hizo Gainsbourg en su momento con su hija Charlotte en la canción Lemon incest (que no aparece en este disco, sino en el primero de la serie, Intoxicated man).
Una buena manera de recuperar a través de versiones los grandes éxitos de un compositor eterno.

Puedes escuchar Contact pinchando aquí.

lunes, 23 de enero de 2017

Therigatha

Mujer arrodillada (Kneeling Female, siglo XI). The Metropolitan Museum of Art

VVAA
Therigatha. Poemas budistas de mujeres sabias
Selección y prólogo: Jesús Aguado
Kairós, 2016

Dos características hacen interesante a esta recopilación de poemas, según sea el ámbito de interés de quien pueda leerlo. Por un lado, el mundo budista que se retrata en sus textos. Por otro, no menos interesante, la autoría femenina de los mismos. Algo que convierte a esta selección en una de las más antiguas muestras de literatura escrita por mujeres, a la que podemos acceder por primera vez en traducción al castellano.
Therigatha significa, en una traducción más o menos literal del hindi, poemas de ancianas sabias., o de monjas ancianas. En realidad se trata de mujeres que siguieron las enseñanzas de Sidarta Gautama Buda, sabio y asceta de cuyas enseñanzas se fundó el budismo, una religión no teísta que actualmente es la cuarta en número de seguidores en el mundo. Al modo de los apóstoles con Cristo, Sidarta Gautama tuvo una multitud de seguidores que atendieron sus enseñanzas a través de sus relatos y discursos y que las mantuvieron vivas a través de la tradición oral hasta que muchas de ellas fueron transcritas posteriormente, incluso hasta cuatrocientos años más tarde de la muerte del místico.
Muchos de sus seguidores fueron mujeres, que escribieron pequeños textos y que reafirma la idea de que, para el budismo, la mujer estaba a la misma altura que el hombre en el terreno del logro espiritual. La selección de estos textos que se presenta en Therigatha. Poemas budistas de mujeres sabias ha sido realizada por el poeta, traductor y escritor madrileño Jesús Aguado, que ha procurado realizar una selección atendiendo a “criterios estilísticos y retóricos de la lengua castellana” para realzar el carácter poético de los textos. Además, le acompaña una breve reseña biográfica de cada autora, siempre que ha sido posible, ya que de muchas de ellas no hay documentación conocida.
Textos encuadrados en una idea religiosa de la vida, en una constante búsqueda de la perfección y en una voluntaria renuncia a los placeres del mundo para dedicarse a un ascetismo que lleve a la consecución de una hondura espiritual hasta que, pasadas muchas vidas y reencarnaciones, se alcance esa deseada perfección completa. Si nos ponemos a pensar en ello, no parece tan disímil, salvando las distancias culturales y regionales, de los textos espirituales de místicas occidentales, como, por poner un ejemplo, sor Juana Inés de la Cruz o Teresa de Ávila.

jueves, 19 de enero de 2017

La muerte es una vieja historia


Hernán Rivera Letelier. Foto: La Tercera. Color: JH

Hernán Rivera Letelier
La muerte es una vieja historia
Alfaguara, 2017

Parece que ningún escritor se resiste a la tendencia de crear un personaje que investigue crímenes, de hacer novela negra, un género (literario, televisivo, cinematográfico) que puede que hoy día sea el que más se consuma. El truco actual de ese éxito está en construir un protagonista con características que se conviertan en familiares, más o menos cercanas, pero bien alejadas de los arquetípicos tipos duros del género negro norteamericano de los años cuarenta y cincuenta. Desde que los suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö escribieran entre 1965 y 1975 diez libros con el inspector Martin Beck como protagonista y, más tarde e influído por aquellas obras, apareciera la serie escrita por Henning Mankell (1948-2015) sobre su inspector de policía Kurt Wallander, la novela negra goza de una atracción imparable por parte de lectores y escritores. En la lista de autores encontramos a algunos de gran renombre como John Banville con el seudónimo de Benjamin Black para su obra de este género; o el griego Petros Márkaris, con su comisario Kostas Jaritos; o la obra del italiano Andrea Camilleri, con su serie protagonizada por el Comisario Montalbano, homenaje directo a otro gran escritor de novela negra, Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003), creador del famoso detective Pepe Carvalho. Esto solo por decir algunos, pues son infinidad los autores que se apuntan a la novela negra (recordemos las andanzas de Boris Vian (1920-1959) con sus impresionantes novelas firmadas como Vernon Sullivan).
El último descubrimiento es el personaje creado por un gran autor chileno, Hernán Rivera Letelier, escritor tardío con una curiosa biografía de trabajos diversos en las minas y en las salitreras del norte de su país y como vendedor de periódicos, algo que parece haber aportado a su lenguaje una gran riqueza por su inmenso dominio del habla popular y los diferentes giros locales. Tras haber autopublicado un primer libro, Poemas y pomadas (1988), que vendió por la calle, puerta a puerta y en bares y cafés, su obra literaria ha ido creciendo en diversidad y calidad, encadenando premios y distinciones, hasta llegar a la fantástica (en sus dos sentidos, como estupenda y porque su obra siempre tiene un punto de fantasía) El arte de la resurrección (2010), que logró el XIII premio Alfaguara de Novela.
Su último libro, La muerte es una vieja historia, nos presenta al Tira Gutiérrez, detective formado con un curso a distancia, quien para salir de sus apuros económicos y vitales, decide dedicarse a esa infrecuente y casi inexistente profesión en su país. Acostumbrado a que solo le lleguen asuntos de infidelidades como el trabajo más habitual al que dedicar su ojo detectivesco, un día le aparece un extraño caso de violaciones en el recinto del cementerio de la ciudad, y le llega a través de una joven religiosa y aparentemente pacata, la hermana Tegualda. Sorprendentemente, esta decide acompañarle en su investigación como ayudante para localizar al Muertito, el fantasmal sospechoso de haber cometido esos crímenes. Los dos personajes, a priori antagónicos, se lanzan a una investigación por los barrios más lumpen y sórdidos de Antofagasta, la ciudad en la que viven y donde han sucedido las violaciones.
No sé si la intención de Letelier es seguir con este personaje para construir lo habitual del género negro: una serie protagonizada por el Tira Gutiérrez y la monjil Tegualda, perfectos como protagonistas. Todo apunta a que disfrutaremos con frecuencia de las correrías y los asuntos en los que se mete esta extraña pareja, y, por supuesto, con la excelente prosa y narrativa del autor.

lunes, 16 de enero de 2017

Lobo



Naji Abu Nowar
Lobo
Theeb, Jordania, Reino Unido, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, 2014. 96 minutos
Film Buró / Cameo, 2016

Estamos más que acostumbrados al wéstern estadounidense, en donde los protagonistas tienen que ser autosificientes, ariscos y valientes para poder defenderse de todos los peligros que esas duras tierras pueden traer. Pero si hay un lugar en el mundo arisco para la vida de verdad, ese es el desierto (que también aparece en muchas películas del género), y uno de los desiertos más peligrosos, hoy y antaño, es el de Rub-Al-Jali, que ocupa el tercio sur de la peníncusla arábiga, extendiéndose por Arabia Saudí, Omán, Emiratos Unidos y Yemen. Allí pocos seres vivos pueden existir debido a la gran escasez de agua y al altísimo calor que se registra. Sin embargo, los beduinos habitan esas infinitas extensiones de forma casi nómada, recorriendo sus difíciles arenas de una población a otra para transportar mercancías. Beduino, de forma literal, es una palabra árabe que significa, precisamente, morador del desierto, y están organizados en tribus, algo muy propicio para los argumentos que suelen tener estas películas de aventuras.
Theeb (Lobo en árabe) es un verdadero wéstern árabe, una película de género en la que los protagonistas no llevan sombrero de vaquero ni espuelas para fustigar a sus caballos sino chilabas y camellos.
Ambientada durante la Primera Guerra Mundial (aunque en aquella zona del mundo poco ha cambiado con el paso del tiempo), Lobo cuenta la historia de un niño con mucha curiosidad, llamado precisamente Theeb. Es un joven huérfano al que debe cuidar su hermano Hussein. A su tribu llega un oficial del ejército británico en una misteriosa misión que no acaba de desvelar. Pese a ello, por mor de la legendaria y necesaria hospitalidad de los habitantes del desierto y para no deshonrar la reputación de su difunto padre, Hussein se compromete a acompañar al oficial hasta un pozo de agua en la antigua ruta de peregrinación a La Meca.


Azuzado por la curiosidad y por el temor de separarse de su hermano, el joven Theeb sigue a ambos y se involucra en un peligroso viaje en donde los bandidos y los mercenarios otomanos, acechan detrás de cualquier duna, sobre todo en las cercanías de los pozos. Allí la vida no vale nada, y mucho menos en el contexto de una guerra mundial en la que los intereses perversos y el olor de los beneficios sazonan casi cualquier grano de arena de ese inmenso y calcinado desierto.
Theeb tendrá que demostrar que sabe sobrevivir en un entorno tan hostil a la manera de las clásicas películas de aventuras en el oeste, en las que el argumento no es más que un conflicto territorial o de intereses económicos para provocar el enfrentamiento entre los personajes protagonistas. No habrá indios ni sheriffs, pero la tensión argumental de Theeb es tan potente como el mejor wéstern norteamericano.

Puedes ver el trailer de Lobo pinchando aquí.

jueves, 12 de enero de 2017

El Palacio de los Sueños



Ismaíl Kadaré
El Palacio de los Sueños
Pallati i Ëndrrave. Traducción: Ramón Sánchez Lizarralde
Alianza Editorial / El Libro de Bolsillo, edición 2016

La censura, la opresión y el totalitarismo se reflejan de manera directa en la obra de muchos creadores. Cuando, además, el sistema social y político trata de paralizar cualquier iniciativa artística y literaria que se aleje del argumentario oficial, la reacción que provoca, la mayor parte de las veces, es precisamente la contraria. Muchas obras geniales de la historia de la cultura han surgido por la imposibilidad de hablar con libertad y por la necesidad de refugiarse en metáforas y alegorías. Y en esta tesitura, han acabado siendo mucho más efectivas contra ese poder opresor que si la palabra hubiera tenido plena libertad de discurso.
Uno de los casos más representativos de esta censura en la literatura es el del albanés Ismaíl Kadaré, quizás el escritor más famoso y premiado de su país, que ha tenido que recurrir a múltiples versiones de sus obras dependiendo del lugar donde fueran a publicarse. Su país, cruce de imperios históricos e invadido por Italia y por los nazis, sufrió una cerrada dictadura socialista a manos de Enver Hoxha (1908-1985) hasta que en 1991, tras la caída del telón de acero, se convirtió en una república parlamentaria. Fue entonces cuando Kadaré regresó desde su voluntario exilio político en Francia donde había comenzado la revisión completa y sistematizada de su obra.
Es precisamente de las ediciones corregidas por el autor de donde procede la traducción de este libro, El Palacio de los Sueños, escrito entre 1976 y 1981 y considerado como una de sus obras maestras.
Intensamente kafkiana, esta novela se convierte en una alegoría de la voluntad de poder de los totalitarismos, donde el protagonismo se sitúa en un reino enclavado en el Imperio Otomano que, para controlar a sus ciudadanos y prevenir cualquier posible disidencia, ha creado un fabuloso mecanismo funcionarial para controlar los sueños diarios de todos los habitantes del país. El joven inexperto Mark-Alem entra a trabajar en el centro de toda esa maquinaria estatal, el conocido como Palacio de los Sueños, en donde se seleccionan los sueños recopilados en todos los rincones del país, se interpretan y se analizan hasta la extenuación. Kadaré nos lleva con esta increíble novela hasta esos extremos paranoicos que vivieron las dictaduras socialistas en el pasado siglo, en donde todo el mundo recelaba de todo el mundo y los habitantes se sentían vigilados constantemente. Aquí, hasta en sus sueños. Podría considerarse una distopía, pero va más allá, porque es un relato sobre el poder, sobre las luchas fraticidas para lograrlo o mantenerlo y de las pestilentes alianzas que es capaz de hacer para seguir en el trono o conseguir sentarse en él. Lo que, en una traslación temporal y de sistemas políticos, podríamos aventurar a que casi se convierte en un retrato de cómo hoy funciona la democracia, asentada férreamente en sus estructuras monetarias y larvada de intereses, estrategias y deseos de poder, cada vez más omnímodo, dirigido por las grandes multinacionales económicas.
Kadaré hace con esta novela lo que los grandes autores, convertir en eternas sus propuestas narrativas hasta el punto de que no solo cuentan lo que se lee directamente, sino que también dibujan a la perfección las características más significativas del ser humano y de la sociedad que construye, destruye y vuelve a construir constantemente.
Constantemente propuesto para el premio Nobel, el escritor albanés fue merecedor del premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2009 o del primer premio Booker Internacional en 2005, y, más recientemente, el premio Jerusalén (2015), ademas de ser miembro de la Academia de las Artes de Berlín y de la Legión de Honor Francesa. El Palacio de los Sueños es una obra maestra de un escritor deslumbrante que merece la pena ser leída.