martes, 18 de octubre de 2016

Oh So Pretty: Punk in Print 1976-80

Cartel para el single God Save the Queen de Sex Pistols, realizado por Jamie Reid, (mayo de 1977). Mott Collection
Oh So Pretty: Punk in Print 1976-80 
Mott Collection, con un ensayo de Rick Poynor
Phaidon, 2016

Toby Mott no había cumplido aún los veinte años cuando, a finales de los setenta y primeros de los ochenta del pasado siglo, unas bandas musicales comenzaron a revolucionar la música pop de forma agresiva, explícita, irreverente y heterodoxa. El Punk nacía en los barrios de Londres y, con esos grupos y su música, la imagen que proyectaban se traducía en maneras de vestir (o de romper las vestiduras), de expresarse, tanto visual como dialécticamente y de anunciarse con flyers, carteles, revistas... Toby comenzó a guardar todos aquellos productos con los que se promocionaban los conciertos, las bandas, las modas y los medios donde aparecían bandas como Sex Pistols, The Clash, The Damned, Ramones o The Jam, entre otras muchas, menos conocidas, que invadieron la escena musical británica, se expandieron a Estados Unidos e influyeron definitivamente en los modos y maneras de expresarse de la música de finales del siglo XX.
Cuatro décadas después, aquella colección se ha convertido en un material documental de toda una época, que aún continúa, aunque absorbida por la industria como cualquier otro género o moda. The Mott Collection es la base de este libro magnífico, en donde el protagonismo lo tiene el grafismo. Una enorme colección de imágenes (más de 450) de fanzines, carteles, flyers y chapas de la época punk que, como seña de identidad, tienen en común el casi exlusivo uso del blanco y negro, de los recortes y tachones y del uso de tipografías distintas en un mismo texto, así como, como no podía ser de otra manera, el posado radical, provocativo y casi amenazante de los grupos. En palabras de Mott, una “estética cruda e inmediata”, que “representa el ímpetu de esta explosiva cultura del hazlo tú mismo”.
De aquellas impresiones defectuosas, en papeles de baja calidad, con malas fotografías que se desvaían con las sucesivas fotocopias, vemos, hoy día, cuando tenemos en frente esta completa colección de imágenes, un estilo compacto y con coherencia, con una estética tan fuerte como han sido las de muchas otras tribus urbanas relacionadas con la música.

Portada del fanzine Bored Stiff #1. C. Terry et al., Tyneside Free Press (julio 1977)
Más si cabe, pues la del punk fue mucho más transgresora que la de otros estilos, con una intencionalidad de provocar y romper los patrones establecidos como normas de conducta básicas asimiladas por la sociedad, no solo en las actitudes que, como en otros géneros, siempre quieren diferenciarse de sus ancestros más inmediatos, sino en los principios más básicos asumidos como inalterables por las sociedades, como la vestimenta destrozada, la auto-agresión física, la mugre y la búsqueda consciente de la fealdad para provocar. Resulta llamativo cómo la misma sociedad bienpensante ha asumido todas esas poses y las ha convertido en algo plásticamente vendible (con sus evidentes transformaciones hacia lo políticamente correcto) para la estética punk se vislumbre hoy día como una moda más que resulta hasta plásticamente atractiva (lo contrario de sus argumentos originales) para poder vender según qué cosas.
El libro Oh So Pretty: Punk in Print 1976-80 es el perfecto resumen de toda esta época, de todo aquel movimiento contracultural y casi antisistema que movió conciencias en muchas direcciones y transformó la música abriendo vías nuevas a la expresión y a las formas en las que la juventud busca acentuar sus siempre nuevas maneras de ver el mundo. Es un libro completísimo (en inglés), muy bien presentado e impreso en un papel tremendamente adecuado para la estética punk, un papel basto, áspero, muy parecido al de los carteles que se pegaban en las paredes, de los flyers que se distibuían para promocionar las directos de las bandas o los fanzines que se multicopiaban para aunar un espíritu generacional y un género musical que ya forma parte de la historia de la música, como puede comprobarse en el ensayo inicial, escrito por el crítico, comisario de arte y conferenciante Rick Poynor, para quien la Mott Colletion es una muestra relevante “rebosante de vida” por su crudeza y su caos.