martes, 19 de enero de 2016

Hijo de mil (Concierto de palabras putas)


Pablo Finamore durante la representación en Taberna El Fin del Mundo. Foto: Carolina Sánchez
Pablo Finamore
Hijo de mil (Concierto de palabras putas)
El Salvaje Teatro
Taberna El Fin del Mundo, 17 de enero de 2015

Debo confesar que leyendo la información que resumía este espectáculo teatral publicada en el, hoy imprescindible, evento creado en Facebook, mis apetitos para aventurarme en este pre-estreno eran más bien dubitativos. Con lo allí contado, me esperaba (esos prejuicios tan absurdos a veces) una especie de psicodrama familiar con tintes tópicamente argentinos, de carga tan intensa que, quizás, podría habérseme hecho insoportable. Pero, la verdad es que no me arrepiento de haberme atrevido a presenciar el espectáculo de Pablo Finamore, intérprete y adaptador de la obra La madre voluptuosa, de Ariel Arango (en versión libre). No voy a decir que no hay sesión psicoanalítica sobre las relaciones familiares, que la hay. Es precisamente ese el tema que trata, pero lo hace desde una perspectiva brillante, ágil y muy divertida, con unos estupendos recursos escénicos, casi minimalistas que hacen de esta obra un ejercicio interpretativo muy empático con el público. La dirección corre a cargo de Marcelo Nacci y la producción ejecutiva es de la también actriz Flor Saraví.
La obra se presenta por vez primera en la Taberna El Fin del Mundo, como un pre-estreno de lo que será su andadura por escenarios argentinos (desde el 14 de febrero en Buenos Aires) y, aunque iba a tener una única presentación, el entusiasmo del público y quienes quedaron sin poder asistir han provocado que, antes de su partida a tierras argentinas, vuelva al mismo escenario (de nuevo, con entrada libre) el próximo domingo 31 de enero (ver la convocatoria aquí).
El argumento de la obra nos presenta a un desesperado Gustav Mahler que, enterado de la infidelidad de su esposa Alma, se presenta ante un psicoanalista para que le aconseje sobre sus angustias matrimoniales. Es cuando, al compás de un piano que va pulsando las emociones, aparece la dicotomía madre-vírgen/madre-puta y la dificultad del célebre compositor tardo-romántico en aceptar el sexo en la mujer, sobre todo en la madre y en la esposa. La dinámica de la adaptación lleva por momentos al espectador a una especie de catarsis que reivindica el derecho a sentirse sexual, a ser un hijo de puta y no un hijo de vírgen. Finamore traduce los vacíos de Mahler y los consejos del psicoanalista en gestos intencionados, en palabras y entonaciones muy marcadas y, en suma, en una representación que reivindica el difícil trabajo del monólogo serio (aunque tenga humor en su texto), que resalta el encanto (de encantamiento) de las palabras seduciendo con su dicción a los espectadores y que pone de manifiseto, una vez más, la magia del teatro en vivo.