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lunes, 30 de enero de 2017

Palabras sin música



Philip Glass
Palabras sin música. Memorias
Words without music: a memoir. Traducción: Mariano López
Malpaso, 2016

Hubo un tiempo en que escuchar música de Philip Glass era un signo de distinción entre los más modernos, esos que en cada momento se autodenominan de una manera para diferenciarse de los demás. Puede que hoy día su música no esté tan de moda como antaño, pero no cabe la menor duda de que es uno de los compositores más conocidos e influyentes del último tercio del siglo XX. Su carrera abarca infinidad de obras, entre las que cabe destacar varias óperas, Satyagraha (1980), Akhnaten (1983) o, la más famosa de todas, Einstein on the Beach (1976), una obra realizada en colaboración con el escenógrafo Robert Wilson que marcó un antes y un después en el mundo de los escenarios por su concepto visual minimalista, su ausencia de argumento y sus textos repetitivos, casi mántricos. Además, es autor de infinidad de composiciones para conjuntos de cámara, ballets y multitud de bandas sonoras que son, a la postre, las que más han servido para popularizar su figura. Este enero de 2107 estrena su 11ª sinfonía, coincidiendo con su ochenta cumpleaños. Una carrera que lo ha situado entre las grandes figuras de la música, aunque su apellido lleve siempre asociado el término minimalismo, un género musical basado “en la armonía consonante, en pulsos constantes, en lo estático o en las lentas transformaciones, a menudo en la reiteración de las frases musicales en pequeñas unidades como figuras, motivos y células”, estilo del que tiene el honor de considerarse inventor junto a Terry Riley, Steve Reich y La Monte Young.
A sus ocho décadas de vida, Glass ha decidido hacer repaso a su vida y este Palabras sin música se convierte en su libro de memorias, en donde, en primera persona, da buena cuenta de sus inicios, sus costumbres, influencias y cómo su familia, amigos y maestros llegaron a determinar por dónde iba a dirigir sus pasos este joven algo miedoso, aunque decidido, nacido en Baltimore (Maryland, EEUU) en 1937. No se trata de un libro en donde las palabras se disfruten por sí mismas; no se trata de gran literatura, no. Pero la honestidad a la hora de contar su vida, hace de estos textos una buena manera de entender los caminos de Glass por el mundo de la música y por la vida en general. Tampoco me parece muy acertado el título, aunque parece que el autor haya querido separar las memorias del impacto musical que tiene su obra; sin embargo, me cuesta entender (y leer) la biografía de un músico sin una banda sonora con su obra sonando al mismo tiempo, algo que ya he procurado remediar por mis propios medios, pinchando piezas de este maestro del siglo XX durante la lectura de su libro de memorias. En cualquier caso, echo de menos una biliografía discográfica y de sus representaciones o, como se está poniendo de moda últimamente, una lista de audición con enlaces online para acompañar la lectura con la selección de música que hubiera podido hacer el propio autor. Eso sí, el libro se estructura repasando los momentos más significativos de su carrera, desde sus estudios en la Juilliard School de Nueva York, con Darius Milhaud como profesor, o los que realizó en París con Nadia Boulanger en el Conservatorio americano de Fontainebleau, hasta sus colaboraciones con músicos pop o sus éxitos internacionales con las óperas o las bandas sonoras.
Siempre es útil para el aficionado y el estudioso de su obra la sinceridad (aparente) con la que un autor cuenta su propia vida, su desarrollo musical, sus influencias y sus deseos de encontrar un lenguaje propio, algo que, sin lugar a ninguna duda, Glass ha conseguido. Pues, eso está claro, estamos ante uno de los compositores más mediáticos, conocidos e influyentes en generaciones posteriores de las últimas décadas (también, frente a uno de los más criticados, como, por otro lado, suele ocurrirle siempre a los genios).

Para la lectura, puedes escuchar Façades, una de las más bellas obras de Glass, pinchando aquí.

viernes, 16 de diciembre de 2016

Human



Yann Arthus-Bertrand
Human
Francia, 2015. 143 minutos
Cada Films / Cameo, 2016

Pocas veces me he sentido tan emocionado con un documental como me ha ocurrido con Human (2015), una obra muy particular del fotógrafo y director francés Yann Arthus-Bertrand que responde a la pregunta universal de qué es lo que nos hace humanos. Un largo proyecto de más de tres años que ha supuesto entrevistar a más de 2.000 personas de todo el mundo y de cualquier raza, sexo, edad, escala social, religión, sociedad... Las preguntas realizadas tratan sobre diferentes cuestiones relacionadas con aspectos esenciales de nuestra especie y los entrevistados aparecen de la forma más aséptica posible, sobre un fondo sobrio, austero, prácticamente neutro, para que lo que más importe no sea el contexto sino lo que cuentan... y sus miradas, sus entonaciones, sus gestos. Una combinación brutalmente impactante la de las palabras y las miradas que crea un contacto directo muy emocional con quien observa este fascinante documento.
El amor, el odio y el miedo. La angustia, la esperanza, los deseos y los pesares. La guerra, el sufrimiento, la necesidad... El hambre, la alimentación y el despilfarro... Entre todos estas parcelas de la vida, la sonrisa, la comunicación, la empatía... Características, todas ellas que, enfrentadas unas a otras, confrontadas tan de golpe y procedentes de tan distintos rostros y tan distintas voces de las personas seleccionadas, se convierten en una especie de espejo en el que reflejarnos, en un espejo multifacético de lo que somos, una superficie reflectante e irregular y cambiante, sobre la que se refleja una imagen en diferentes grados de percepción de lo que nos rodea y de nosostros mismos, según los contextos y las privaciones o excesos. Una película multifacética que see transforma en una reflexión (por reflejo y pensamiento) de lo que somos los seres humanos, que además, cuenta con una deliciosa banda sonora de Armand Amar.


Realmente, esta película es solo una selección de un proyecto mucho más amplio que Yann Arthus-Bertrand viene desarrollando desde la Fundación GoodPlanet, que creó para alertar sobre el cambio climático y que se ha convertido en un centro de atención para el desarrollo de actividades relacionadas con el ser humano, sobre nuestra identidad y nuestras vivencias, con multitud de parcelas dedicadas a la educación y al desarrolloy un gran espacio pedagógico para usar libremente en las escuelas. El autor de esta fascinante película y de la fundación cuenta con una larguísima experiencia como fotógrafo documentalista de la superficie de nuestro planeta desde un punto de vista cenital, fotografiándolo desde el aire.
Son las maravillosas imágenes aéreas las que sirven, además, de nexo de unión o de paréntesis entre un tema y otro de Human, mostrándonos los parajes alucinantes, unas veces, terroríficos, otras, desolados, en muchas ocasiones, donde vivimos los humanos, modificándolos, alterándolos, corrompiéndolos, sobreexplotándolos...
Un documental que sirve de reflexión, de aprendizaje, de espejo, como decía, de todos los males (y bienes, que alguno tenemos) con los que el ser humano ha modificado nuestro planeta, modificándose a sí mismo a la vez y alterando de manera irremediable el futuro de nuestra especie y, por extensión, del mundo entero.

Puedes ver el trailer de Human pinchando aquí.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Panes



Richard Bertinet
Panes. 5 tipos de masa para elaborar 50 tipos de pan
Blume, 2016

Que el pan artesano está de moda es evidente para todos. Centenares de talleres incitan a cualquier ciudadano a aprender a elaborar sus propios panes y, de forma casi exponencial, han aparecido por nuestras ciudades infinidad de panaderías con el marchamo de artesanas. Ni todas estas ofrecen realmente panes de elaboración artesanal ni todos los talleres logran transmitir las esencias de un buen pan y de cómo elaborarlo en nuestras casas.
El pan es, quizás junto con el arroz, el alimento más universal, y se trata, básicamente, de una mezcla de harina y agua, horneada en ocasiones con algún tipo de levadura, sal, especias y otras semillas. A priori, no resulta difícil su elaboración y desde siempre ha podido disfrutarse del pan elaborado en hornos tradicionales. Sin embargo, en las últimas décadas, la producción industrial y masiva de masas precocinadas invadió tiendas y mercados y el pan dejó de ser aquél que duraba, sabía y perfumaba el ambiente.
Quizás por la crisis que llama a recuperar antiguos negocios, quizás por el hastío que produce la velocidad de nuestras sociedades consumistas, lo cierto es que, desde hace unos años, se ha notado una fuerte tendencia a la recuperación de los procedimientos tradicionales para la elaboración de muchos de los productos que consumimos, sobre todo en las grandes ciudades, que son donde más se nota su ausencia. Y el pan artesano ha sido uno de los que ha vuelto con más fuerza.

Así, unido a la moda del hazlo tú mismo (do it yourself), las editoriales no han dejado de publicar libros sobre los procesos, materiales, ingredientes y trucos que necesitamos para elaborar el mejor y más suculento pan casero y artesano. Son muchos los expertos y maestros panaderos que han escrito sus libros para mostrar su dominio de la técnica. Uno de los más reputados a nivel internacional es, precisamente, el chef y panadero bretón Richard Bertinet, autor de Panes. 5 tipos de masa para elaborar 50 tipos de pan, un manual que se centra en uno de los elementos más importantes para elaborar los diferentes tipos de panes, las masas.
Tras un prólogo en el que habla de herramientas, ingredientes y técnicas de amasado, Bertinet explica cinco masas básicas que forman la base de numerosas recetas de panes aromáticos y a menudo inusuales. Se trata de la masa blanca, la masa de aceite de oliva, la masa morena, la masa de centeno y la masa dulce, con las que pueden elaborarse infinidad de tipos de pan, de los que hace una selección de 50 recetas que son las que forman el contenido de este libro, ilustrado con unas muy didácticas fotografías, realizadas por el famoso fotógrafo de alimentos parisino Jean Cazals.
Así que, ya sabes, si quieres epatar en tus comidas o, simplemente, disfrutar tú mismo de un buen pan de elaboración sencilla, este es un buen manual para realizar paso a paso tanto chupitos de pan para fiestas, como focaccia de pesto o pan de avena y albaricoque, entre otras deliciosas propuestas.

Si quieres ver las primeras páginas de Panes pincha aquí.

martes, 18 de octubre de 2016

Oh So Pretty: Punk in Print 1976-80

Cartel para el single God Save the Queen de Sex Pistols, realizado por Jamie Reid, (mayo de 1977). Mott Collection
Oh So Pretty: Punk in Print 1976-80 
Mott Collection, con un ensayo de Rick Poynor
Phaidon, 2016

Toby Mott no había cumplido aún los veinte años cuando, a finales de los setenta y primeros de los ochenta del pasado siglo, unas bandas musicales comenzaron a revolucionar la música pop de forma agresiva, explícita, irreverente y heterodoxa. El Punk nacía en los barrios de Londres y, con esos grupos y su música, la imagen que proyectaban se traducía en maneras de vestir (o de romper las vestiduras), de expresarse, tanto visual como dialécticamente y de anunciarse con flyers, carteles, revistas... Toby comenzó a guardar todos aquellos productos con los que se promocionaban los conciertos, las bandas, las modas y los medios donde aparecían bandas como Sex Pistols, The Clash, The Damned, Ramones o The Jam, entre otras muchas, menos conocidas, que invadieron la escena musical británica, se expandieron a Estados Unidos e influyeron definitivamente en los modos y maneras de expresarse de la música de finales del siglo XX.
Cuatro décadas después, aquella colección se ha convertido en un material documental de toda una época, que aún continúa, aunque absorbida por la industria como cualquier otro género o moda. The Mott Collection es la base de este libro magnífico, en donde el protagonismo lo tiene el grafismo. Una enorme colección de imágenes (más de 450) de fanzines, carteles, flyers y chapas de la época punk que, como seña de identidad, tienen en común el casi exlusivo uso del blanco y negro, de los recortes y tachones y del uso de tipografías distintas en un mismo texto, así como, como no podía ser de otra manera, el posado radical, provocativo y casi amenazante de los grupos. En palabras de Mott, una “estética cruda e inmediata”, que “representa el ímpetu de esta explosiva cultura del hazlo tú mismo”.
De aquellas impresiones defectuosas, en papeles de baja calidad, con malas fotografías que se desvaían con las sucesivas fotocopias, vemos, hoy día, cuando tenemos en frente esta completa colección de imágenes, un estilo compacto y con coherencia, con una estética tan fuerte como han sido las de muchas otras tribus urbanas relacionadas con la música.

Portada del fanzine Bored Stiff #1. C. Terry et al., Tyneside Free Press (julio 1977)
Más si cabe, pues la del punk fue mucho más transgresora que la de otros estilos, con una intencionalidad de provocar y romper los patrones establecidos como normas de conducta básicas asimiladas por la sociedad, no solo en las actitudes que, como en otros géneros, siempre quieren diferenciarse de sus ancestros más inmediatos, sino en los principios más básicos asumidos como inalterables por las sociedades, como la vestimenta destrozada, la auto-agresión física, la mugre y la búsqueda consciente de la fealdad para provocar. Resulta llamativo cómo la misma sociedad bienpensante ha asumido todas esas poses y las ha convertido en algo plásticamente vendible (con sus evidentes transformaciones hacia lo políticamente correcto) para la estética punk se vislumbre hoy día como una moda más que resulta hasta plásticamente atractiva (lo contrario de sus argumentos originales) para poder vender según qué cosas.
El libro Oh So Pretty: Punk in Print 1976-80 es el perfecto resumen de toda esta época, de todo aquel movimiento contracultural y casi antisistema que movió conciencias en muchas direcciones y transformó la música abriendo vías nuevas a la expresión y a las formas en las que la juventud busca acentuar sus siempre nuevas maneras de ver el mundo. Es un libro completísimo (en inglés), muy bien presentado e impreso en un papel tremendamente adecuado para la estética punk, un papel basto, áspero, muy parecido al de los carteles que se pegaban en las paredes, de los flyers que se distibuían para promocionar las directos de las bandas o los fanzines que se multicopiaban para aunar un espíritu generacional y un género musical que ya forma parte de la historia de la música, como puede comprobarse en el ensayo inicial, escrito por el crítico, comisario de arte y conferenciante Rick Poynor, para quien la Mott Colletion es una muestra relevante “rebosante de vida” por su crudeza y su caos.


jueves, 21 de abril de 2016

Héroes del blues, el jazz y el country



Robert Crumb
Héroes del blues, el jazz y el country
Libro ilustrado + cd
Nórdica Libros, 2015

Puede que sea uno de los dibujantes más famosos de toda la historia de la historieta estadounidense. Sin ninguna duda, es el más representativo del llamado cómic underground, uno de los movimientos contraculturales más importantes que dio sus primeros pasos en 1968 con el primer número de Zap Comics, realizado en su totalidad, precisamente, por Robert Crumb, autor de algunos personajes que se han convertido en icónicos de la cultura pop, como Mr. Natural, o Fritz, the Cat, del que se llegó a hacer una película de animación, dirigida en 1972 por Ralph Bakshi y que fue la primera cinta de dibujos animados que tuvo clasificación X en Estados Unidos.
También es muy conocida la afición de Crumb por la música y, como Woody Allen muestra su pasión por el jazz de New Orleans, Crumb lo ha hecho siempre por las leyendas de los inicios del jazz, el blues y el country. Géneros que por sí solos pueden suponer una parte importante de la cultura estadounidense de la primera mitad del siglo XX. Crumb fue un poco más allá en el terreno de la música y llegó a ilustrar la portada de uno de esos discos míticos del pop-rock de los sesenta, Cheap thrills, de Big Brother and the Holding Company, la banda a la que hizo famosa Janis Joplin.
Esta afición por la música y por los géneros del jazz, el blues y el country llevó a Robert Crumb a realizar en los años ochenta varias colecciones de postales gráficas con dibujos de los personajes musicales que admiraba. Las fue creando en las series Heroes of the blues, Early Jazz Greats y Pioneers of the Country Music. Sus dibujos, a medio camino entre el realismo, la caricatura y, sin duda, el respeto por el retratado, aportan color a una historia musical que fue en blanco y negro y que se recuerda por las grabaciones picadas de los discos de pizarra. Originalmente, según apunta Terry Zwigoff en la introducción (director de cine que en 1994 realizó el documental Crumb), parece que la idea del dibujante era realizar diferentes retratos de los músicos con el fin de crear una coleeción de cromos que se fuera distibuyendo con cada disco de Yazoo Records, una compañía especializada, precisamente, en la recuperación de los géneros que a Crumb tanto le interesaban.


Por todo esto y porque Robert Crumb es uno de esos autores que merece tener un hueco reservado en nuestra biblioteca, es una grata noticia la publicación de Héroes del blues, el jazz y el country,
Autorretrato de Crumb (1986)
el libro que recopila las series de dibujos que realizó con esta temática. Todo en un volumen, delicioso, acogedor, de esos que da gusto acariciar, manosear y pasar páginas hacia adelante y hacia atrás. En esta edición, cada uno de los dibujos-retrato de Crumb va acompañado de una breve reseña que habla del músico o el grupo musical en cuestión, textos de los que se han encargado Stephen Calt (1946-2010) especialista en blues, David Jasen, que escribe las biografías de los artistas de jazz, y Richard Nevins, autor especializado en country. Pero aún hay más: el libro viene acompañado de un disco recopilatorio con 21 temas de los tres géneros seleccionados por el mismo Robert Crumb, música procedente de grabaciones originales de 1927-1931 extraída del catálogo de Yazoo Records.
Un libro que es (casi) un diccionario a la vez que un tesorito para guardar, mostrar y regalar. (Y digo casi porque, aunque Crumb le ha homenajeado en distintas ocasiones con sus dibujos, en el libro falta nada más y nada menos que Robert Johnson, el Rey del blues del Delta, una de las leyendas más importantes del género). A pesar de ello, el libro es una maravilla que se lee, se mira y se escucha.

Puedes ver el book-trailer de Héroes del blues, el jazz y el country pinchando aquí.

jueves, 3 de marzo de 2016

Glenn


Glenn Gould en un ensayo junto a Leonard Bernstein (1961). Foto: Don Hunstein

Alejandro Castroguer
Glenn
Almuzara, 2015

Puede que sea el pianista más famoso del siglo XX, lo que es mucho decir, habida cuenta la gran cantidad de inmensos intérpretes que de ese intrumento nos ha dejado la pasada centuria, que los inmortalizó para la posteridad por medio de la grabación fonográfica. Puede también que haya sido el pianista más infrecuente, más insólito, más extravagante de todos los que han poblado los escenarios, los estudios de grabación y los medios de comunicación. Puede que sol fuera un hombre tocado por algún tipo de trastorno que lo hizo especial con su especial capacidad para moverse por el terreno de las teclas del piano. Puede que fuera un genio.
El canadiense Glenn Gould (1932-1982) debutó en el mundo discográfico con una de las obras más hermosas y complejas de la historia de la música, las Variaciones Goldberg, de Johann Sebastian Bach (1985-1750), una insolencia solo al alcance de los más osados o de los más geniales. Entonces solo tenía 23 años y, en contra de lo esperado por muchos, que consideraban casi soberbia esta elección de repertorio, el disco se convirtió en uno de los más importantes del siglo XX, en una verdadera referencia que ha servido a múltiples intérpretes posteriores tanto para acercarse a su manera de entender la música como para alejarse de ella. En cualquier caso, las Variaciones Goldberg que Gould grabó en 1955 son un clásico imprescindible, lleno de belleza, aderezado con los murmullos del intérprete y con una cadencia del tempo tan particular que las convierten en un ejercicio de virtuosismo difícil de igualar. Al margen de su carrera artística (corta, ya que murió recién cumplidos los 50 de un derrame cerebral), Glenn Gould fue un personaje fuera de lo común, con múltiples manías, grandes miedos y una gran dependencia hacia su madre, Florence, que fue quien le inició en el difícil arte de la interpretación pianística.


El escritor malagueño Alejandro Castroguer ha escrito una semblanza narrativa de la vida de este pianista mítico, Glenn, que le ha valido el XXXI Premio Jaén de Novela, organizados por CajaGranada Fundación y que recientemente ha sido publicado por la editorial Almuzara. No se trata de una biografía al uso ya que, como afirma Castroguer, todo está inspirado en la vida real de Glenn Gould y no hay licencias literarias que inventen situaciones o personajes. La narración discurre como la de una novela, con dos diferentes voces que se alternan en un ejercicio literario muy interesante y efectivo: una, la voz interior del propio pianista que simula lo que pudo (o no) haber pensado sobre su propia vida; la otra, una neutra voz de narrador que describe situaciones y hechos históricos más constatables. Así, en primera y tercera persnoa, desfila ante nosotros la vida de este genio del piano con la vitalidad de una gran novela.
Castroguer nos descubre el miedo casi patológico de Gould a ser contagiado por los gérmenes, lo que le hacía vestirse siempre embutido en jerséis y abrigos, con mitones y guantes, hiciera frío o calor. O cómo, de forma sistemática, realizaba un baño de brazos de muchos minutos (siempre con sus propias toallas para secarse) antes de realizar cualquier interpretación, ya fuera en directo o en estudio. Descubrimos también su miedo a volar en avión, que fue acrecentándose progresivamente con la edad; un argumento que reforzó su idea de alejarse de los escenarios y dedicarse solo a la grabación en estudio. Asímismo nos habla de su afición a conducir temerosamente, con los piés cruzados en los pedales y una de las manos dirigiendo en el aire al compás de la música.


También era Gould un temeroso misántropo, a quien no le gustaba nada relacionarse con el resto del mundo. Y un excéntrico en sus actuaciones en directo, con algunas de ellas antológicas. Como la que realizó junto al director Leonard Bernstein (1918-1990) que fue de todo menos lo que el director quería que fuese. O las que canceló de improviso y dejó a los espectadores con rabia, cabreo y desolación... O sus fracasos, sus decepciones..., en suma, una narración que relata la intensa personalidad de un gran artista que poseía una manera muy particular de entender la interpretación pianística. Un genio que, poco antes de su muerte y sin saber que se convertiría en una especie de testamento musical, volvió a grabar las Variaciones Goldberg con una digitación tan diferente de la que había hecho 24 años antes, un tercio más lenta y, por tanto, de mayor duración que aquella, que se convirtió, una vez más en otra grabación antológica y de referencia solo al alcance de pocas estrellas.
Este libro está escrito en tantos capítulos como variaciones tiene la famosa composición de Bach, con un Aria de prólogo y otra para finalizar, la misma estructura que esa obra del maestro alemán con la que siempre se relacionará a Glenn Gould, el artista que siempre fue un niño inquieto, un genio deslumbrante y diferente y que nunca interpretó su música sentado en otra silla que no fuera el pequeño taburete plegable de madera que le construyó su padre y que, ajado por el uso y el tiempo, ya forma parte de la historia de la música. Como Glenn Gould, historia de la música, de la interpretación y del piano, con grabaciones mayúsculas e indispensables, sobre todo de Bach y de Arnold Schönberg (1874-1951), de quien siempre quiso tocar su música y fue uno de sus más fervientes defensores.

Puedes escuchar el Aria de las Variaciones Goldberg (de 1981) interpretada por Glenn Gould pinchando aquí.

jueves, 14 de enero de 2016

En movimiento. Una vida

Oliver Sacks dibujado por Javier Herrero

Oliver Sacks
En movimiento. Una vida
On the move: A life. Traducción: Damià Alou
Anagrama, 2015

La primera sensación que me queda tras leer este testamento autobiográfico del neurólogo británico Oliver Sacks (1933-2015) es la de que fue un hombre curioso hasta sus últimos días, en los que hasta su propio cáncer era motivo de preguntas sobre las sensaciones que la mente humana recibe de su propio interior y de factores externos. Un gran científico y un gran escritor que ha divulgado de manera fascinante los complejos mecanismos por los que discurre tantas veces la mente humana. Y, sin ninguna duda, un buen hombre (o un hombre bueno) cuyo amor por el ser humano y sus complejas maneras de enfrentarse al entorno y a sí mismo le han convertido en uno de los más importantes divulgadores de las últimas décadas sobre la ciencia del cerebro, de los sentidos y de las enfermedades o perturbaciones asociados a estos. Mundialmente famoso por algunos de sus textos que trascendieron el contexto científico y llegaron al gran público, el autor de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (1987) o de Un antropólogo en marte (1997), entre otros títulos (muy interesantes todos ellos), aborda en En movimiento. Una vida (2015) el análisis, más emotivo que científico, de su propia existencia. Y lo hizo a sabiendas de que un cáncer estaba acabando con su vida, ya padeciendo cruelmente esta terrible enfermedad.
Antes de publicar esta autobiografía, Sacks se despidió en febrero de 2015 con un muy emotivo y hermoso artículo publicado en The New York Times (y que aquí puedes leer en la traducción que publicó El País), pocos meses antes de su fallecimiento el 30 de agosto de ese mismo año.
En movimiento descubre una personalidad arriesgada, con gran amor por sí mismo y por la Vida (con mayúsculas) y con grandes dificultades para abordar las relaciones con los demás enturbiadas por una timidez enfrentada a un cierto exhibicionismo juvenil, y por su homosexualidad, que describe sin ningún tipo de rubor y con un fondo de hermosura propio de quien ha amado sinceramente. También nos habla en el libro de sus titubeantes inicios en el mundo de la ciencia, y de la medicina en concreto, para derivar a lo que sería su gran especialización, que fue, no tanto los mecanismos de las enfermedades neurológicas como los sistemas de relación de los pacientes con sus propias enfermedades y de cómo se buscan y encuentran fórmulas para cohabitar con ellas, si no se pueden eliminar definitivamente.
Como en todos sus libros, las experiencias del autor son relatadas con una sencillez abrumadora que descubre lo maravilloso (terriblemente maravilloso en ocasiones) que pueden llegar a ser los funcionamientos de la mente humana. Su prosa es sencilla, amena y con una fuerza de atracción inusuales en el lenguaje científico y se remonta a la tradición decimonónica de relatar casos clínicos. Cada vez que nos enfrentamos a la lectura de algún caso narrado por Sacks, tenemos delante un fascinante enigma a resolver: el del aún ignoto funcionamiento de la mente humana.
En su biografía recorre con su moto una juventud acelerada que le llevaría a convertirse en una sosegado científico que, imagino, tuvo que saber seducir constantemente a sus pacientes para que él fuera capaz de contarnos sus sensaciones de la manera que nos las contó.
Un gran hombre se marchó hace pocos meses y podemos descubrir su deambular por este planeta en este libro emocionante y que, personalmente, acabé con una sonrisa llena de ternura en los labios. Nada mejor que acabar esta reseña con una frase suya para animar a la lectura de la vida de este gran científico y escritor:
«Sobre todo, he sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura».

martes, 1 de diciembre de 2015

El árbol

John Fowles. Foto: Fay Godwin 

John Fowles
El árbol
The tree. Traducción: Pilar Adón
Impedimenta, 2015

Ha sido como una revelación. Han pasado 36 años desde que el escritor británico John Fowles (1926-2005) escribiera este breve ensayo titulado El árbol, pero sus reflexiones sobre la naturaleza siguen siendo tan vigentes (si no más) que en aquellos tiempos en los que aún estaba por despertar la conciencia ciudadana sobre el respeto necesario al mundo en el que todos vivimos. No se trata de un libro con voluntad ecológica al modo de los que hoy día se publican con intenciones buenistas para seguir una vida más equilibrada, sino de una emocionante reflexión sobre el entorno natural y sus relaciones con la vida del autor, con su propia familia y con su experiencia vital alrededor del mundo del arte y de la creación.
El autor de obras (muy conocidas por sus adaptaciones al cine) como El coleccionista (The Collector, 1963), El mago (The magus, 1965) o La mujer del teniente francés (The French Lieutenant's Woman, 1969), entre otras, se zambulle en una de las pasiones obsesivas de su propio padre: el cultivo de árboles frutales en el reducido jardín urbano de su casa (concretamente, perales y manzanos) y el metódico trabajo que le absorbía para lograr los mejores frutos posibles. Esto provoca que el autor haga una semblanza del modo de vida ciudadana, estructurada y organizada que la sociedad promueve y al que él mismo nunca fue afín y del cual era gran representante su padre, gran aficionado, también, a la filosofía. «Los buenos filósofos se dedican a podar el caos de la realidad y lo moldean en formas fijas, logrando así que dé valiosos y deliciosos frutos, al menos, en teoría». Fowles, en cambio, se siente  más cercano a las arboledas y a los bosques olvidades, anárquicos en su crecimiento y sin aerosoles ni podas, en los que todo forma un conjunto de interacciones naturales que se influecian mutuamente, tanto «el vuelo de las aves y las ramas desde las que se emprende ese vuelo» como «las hojas agitadas por el viento y la sombra que proyectan sobre el suelo».
Lo que le lleva a criticar de alguna manera el tan admirado método científico, muy útil para muchos aspectos de la sociedad, pero que se descubre restrictivo a la hora de la observación de la naturaleza: «...lo agreste, eso que tan poco le gustaba a mi padre. Nada filosófico. Algo irracional, incontrolable e incalculable. De hecho, está muy cerca de la naturaleza en su estado más salvaje, a pesar de nuestros enormes esfuerzos por “ajardinarlo” todo y por inventar sistemas sociales e intelectuales que lo registren todo».
Una relación con la naturaleza que el mismo Fowles afirmó que fue clave para su producción literaria, a pesar de estar siguiendo pautas de comportamiento alejadas de lo considerado como normal en la sociedad. Pero también huye de lo que de trancendentalismo pueda tener ese acercamiento a lo natural, ya que ese tipo de filosofías que ayudan a entenderse más en relación con la naturaleza no dejan de tener, en su opinión, una visión antropocéntrica del mundo, en función de la cual todo está al servicio del ser humano: «...hemos convertido estas filosofías en algo apropiado para nosotros, para que podamos utilizarlas de una manera que cada vez me resulta más narcisista. Parece que su fin sea hacernos sentir más positivos, más significativos, más dinámicos...».
Una esencia, la de la Naturaleza, que Fowles acaba comparando con la del Arte, en relación a que ambas son imposibles de enseñar, de categorizar, de estructurar, y que solo se sienten adentrándose en su plenitud, casi sin explicaciones, sin denominaciones, sin catalogaciones. Fowles llega a una conclusión: cosificar nuestras experiencias dando nombres a las experiencias remite al pasado de la propia experimentación y acaba convirtiéndose en una cultura que nos lleva a confiar en los que «se ha conseguido y explicado en el pasado» desde una perspectiva artística y científica. Pero «la Naturaleza, por su propia naturaleza, se resiste a todo esto. Espera que la contemplemos de otra manera, en su presente individual y desde un ángulo que se corresponda con nuestro propio presente individual».
Y la naturaleza nos lleva a reflexionar sobre las ciudades, sobre el modo en el que vivimos, relegando lo agreste a cada vez menos lugares y permitiéndonos tan solo pequeños esbozos de naturaleza estructurada en nuestros jardines, en nuestros parques, incluso, en nuestros balcones. Un libro que nos abre la mente hacia nuevas maneras de mirar nuestro entorno (a pesar de, como ya he dicho, estar escrito hace casi cuatro décadas) y que como reflexión final podría resumirse en otras lúcida frase del autor: «Mientras  sigamos considerando que la naturaleza es algo que está fuera de nosotros, que está más allá de nuestras fronteras, como un elemento extranjero, apartado, la habremos perdido por completo, tanto en el exterior como en nuestro interior».
Yo ya he colocado este hermoso libro en ese sitio de la biblioteca en donde se sitúan los libros de referencia que probablemente leerás más de una vez y, seguro, recomendarás a cualquier mente dispuesta a descubrir belleza y profundidad más allá de las letras impresas.

viernes, 30 de octubre de 2015

Papel y tinta


John Foster
Papel y tinta
Paper and ink workshop. Pintmaking techniques using a variety of methods and materials
Traducción: Ana López Ruiz
Editorial Gustavo Gili, 2015

El subtítulo de Papel y tinta lo dice todo: Un catálogo de técnicas, métodos y materiales para imprimir. Exactamente eso, un manual que nos introduce en el interminable, apasionante y creativo mundo de la impresión artesanal. Tras unos años en los que las técnicas digitales lo dominaban todo, el arte manual, el dibujo, la serigrafía, las estampaciones... están volviendo a estar de moda, y lo hacen con fuerza, con la fuerza que aporta el trabajo único, la pieza única, la que se raeliza a mano una a una y no en serie.
El diseñador estadounidense John Foster, autor también de Carteles. Nuevos diseñadores (Gustavo Gili, 2007), ha elaborado un práctico y muy ameno manual sobre las distintas técnicas utilizadas en la impresión artesanal, la xilografía, la serigrafía, la impresión tipográfica... planteando espacios de trabajo y enumerando los distintos materiales necesarios para llevar a cabo los distintos trabajos. Como apunta en una de las notas, “A pesar de todos los filtros que se han ido desarrollando para Photoshop con el paso de los años, no hay nada como la textura de algo hecho a mano de verdad. Para conservar esa calidad auténtica y única, muchos ilustradores trabajan a partir de pequeños grabados xilográficos”. No sé si las herramientas digitales invalidan a otras más tradicionales, más bien creo que se complementan como distintas herramientas que son para el proceso creativo, pero sí estoy seguro de que la obra realizada a mano tiene un elemento clave que le da cierto valor: la imperfección, su unicidad, el ser pieza única y totalmente diferenciada de todas las que se realicen con el mismo motivo. Así, a través de la obra de muchos diseñadores gráficos, Foster nos ofrece un repaso minucioso por todas las técnica, métodos y materiales para mover el espíritu creativo de quien lo lea a ofrecernos lo que lleva dentro a través de dos elementos fundamentales: el papel y la tinta.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Cómo hacer tus propios libros


Charlotte Rivers
Cómo hacer tus propios libros
The little book of bookmaking
Traducción: Felicidad Cigureda
Editorial Gustavo Gili, 2015

Dos tercios de este bonito manual están dedicados a ejemplos de encuadernaciones creativas de distintos artistas de esta faceta del mundo del libro, a veces un poco olvidada por la producción industrial que todo lo invade, pero que aporta belleza y exclusividad a los contenidos. Con el subtítulo Nuevas ideas y técnicas tradicionales para la creación artesanal de libros, este ensayo recopilado por la redactora especializada en diseño Charlotte Rivers, se encuadra en la corriente actual del DIY (Do it yourself), es decir, la de ser autónomo en los procesos creativos de cualquier faceta de nuestras vidas, en este caso, en la de dar a nuestra biblioteca un aspecto único y diferenciado de cualquier otra.
Evidentemente no se trata solo de re-encuadernar libros que tengamos sino también de crearlos desde el principio, ya sea como contenedores de textos, fotografías, ilustraciones, como diarios, con los más diversos materiales en cuanto a cubiertas y papeles y un número de formas interminable que solo la imaginación puede poner límite y en el que cabe de todo, desde papeles industriales a materiales reciclados y reutilizados, otra tendencia actual del universo creativo.
Los 24 ejemplos explicados de libros singulares proceden de cualquier parte del mundo y las notas nos remiten a las instrucciones paso a paso que complementan el útimo tercio del libro con todas las técnicas posibles, tanto tradicionales como vanguardistas para imprimir, coser y encuadernar tus propios libros. Y, de esta forma, dar ese toque especial y único a tus obras o a tus libros más queridos.
Más info pinchando aquí.