Oliver Sacks dibujado por Javier Herrero |
Oliver Sacks
En movimiento. Una vida
On the move: A life. Traducción: Damià Alou
Anagrama, 2015
La primera sensación que me queda tras leer este testamento autobiográfico del neurólogo británico Oliver Sacks (1933-2015) es la de que fue un hombre curioso hasta sus últimos días, en los que hasta su propio cáncer era motivo de preguntas sobre las sensaciones que la mente humana recibe de su propio interior y de factores externos. Un gran científico y un gran escritor que ha divulgado de manera fascinante los complejos mecanismos por los que discurre tantas veces la mente humana. Y, sin ninguna duda, un buen hombre (o un hombre bueno) cuyo amor por el ser humano y sus complejas maneras de enfrentarse al entorno y a sí mismo le han convertido en uno de los más importantes divulgadores de las últimas décadas sobre la ciencia del cerebro, de los sentidos y de las enfermedades o perturbaciones asociados a estos. Mundialmente famoso por algunos de sus textos que trascendieron el contexto científico y llegaron al gran público, el autor de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (1987) o de Un antropólogo en marte (1997), entre otros títulos (muy interesantes todos ellos), aborda en En movimiento. Una vida (2015) el análisis, más emotivo que científico, de su propia existencia. Y lo hizo a sabiendas de que un cáncer estaba acabando con su vida, ya padeciendo cruelmente esta terrible enfermedad.
Antes de publicar esta autobiografía, Sacks se despidió en febrero de 2015 con un muy emotivo y hermoso artículo publicado en The New York Times (y que aquí puedes leer en la traducción que publicó El País), pocos meses antes de su fallecimiento el 30 de agosto de ese mismo año.
En movimiento descubre una personalidad arriesgada, con gran amor por sí mismo y por la Vida (con mayúsculas) y con grandes dificultades para abordar las relaciones con los demás enturbiadas por una timidez enfrentada a un cierto exhibicionismo juvenil, y por su homosexualidad, que describe sin ningún tipo de rubor y con un fondo de hermosura propio de quien ha amado sinceramente. También nos habla en el libro de sus titubeantes inicios en el mundo de la ciencia, y de la medicina en concreto, para derivar a lo que sería su gran especialización, que fue, no tanto los mecanismos de las enfermedades neurológicas como los sistemas de relación de los pacientes con sus propias enfermedades y de cómo se buscan y encuentran fórmulas para cohabitar con ellas, si no se pueden eliminar definitivamente.
Como en todos sus libros, las experiencias del autor son relatadas con una sencillez abrumadora que descubre lo maravilloso (terriblemente maravilloso en ocasiones) que pueden llegar a ser los funcionamientos de la mente humana. Su prosa es sencilla, amena y con una fuerza de atracción inusuales en el lenguaje científico y se remonta a la tradición decimonónica de relatar casos clínicos. Cada vez que nos enfrentamos a la lectura de algún caso narrado por Sacks, tenemos delante un fascinante enigma a resolver: el del aún ignoto funcionamiento de la mente humana.
En su biografía recorre con su moto una juventud acelerada que le llevaría a convertirse en una sosegado científico que, imagino, tuvo que saber seducir constantemente a sus pacientes para que él fuera capaz de contarnos sus sensaciones de la manera que nos las contó.
Un gran hombre se marchó hace pocos meses y podemos descubrir su deambular por este planeta en este libro emocionante y que, personalmente, acabé con una sonrisa llena de ternura en los labios. Nada mejor que acabar esta reseña con una frase suya para animar a la lectura de la vida de este gran científico y escritor:
«Sobre todo, he sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura».