Pilar Adón |
Pilar Adón
Las efímeras
Galaxia Gutemberg, 2015
Opresiva, enfermiza, oscura, misteriosa... Como si fuesen los de un cuento clásico, los personajes de Las efímeras viven en un bosque inquietante, en casas muy particulares, viviendas que, como las de los cuentos, tiene su propia personalidad, con sus extraños patios, sus árboles amenazadores y sus espacios secretos; con unos caminos intrincados que unen unas con otras atravesando laberintos entre la espesura y por entre lo siniestro de las sombras.
La madrileña Pilar Adón nos deslumbra oscureciéndonos el ánimo con una narración con tintes psicológicos, quizás hasta fantásticos, nada amables, que viaja a los terrenos de la dominación y de la dependencia. Los protagonistas son como esos insectos que dan nombre al título, las efímeras, el orden más antiguo de los alados, que se extiende por todo el planeta, y que resulta una metáfora de un modo de vida ancestral y universal, de la subordinación de unos al poder de los otros, de las relaciones que nutren a algunos para dirigir las debilidades de muchos. Efímera tiene también otro significado, procedente también del nombre del insecto (que, en ocasiones, vive menos de un día), y es el de algo que tiene poca duración, poco recorrido, que es pasajero.
Fugaz y frágil como las relaciones de Dora y Violeta, dos hermanas que viven aisladas en una extraña casa en el centro del bosque, con una de ellas, Dora, dominando emocional y vitalmente a la otra, dirigiendo tanto sus comportamientos como casi sus pensamientos. Y esto se sostiene en un equilibrio tan delicado como esos insectos primigenios. Hasta que un día, un joven huidizo con un turbio pasado se acerca a una de las hermanas, a Violeta, prisionera de la otra, y la atrae hasta que esta decide romper las cadenas que la atan a ese modo de vivir y huye al bosque para encontrarse con el muchacho.
El conflicto (si es que no lo había antes) se desencadena y en él se entrepone Anita, una mujer que parece organizar todo lo que se mueve por esta extraña comunidad, como la reina de la colmena que gobierna y dirige. Porque los personajes se comportan como si de una colmena se tratase, recordando, como atestigua la escritora, a La Ruche (la colmena), una escuela libertaria francesa, que existió entre 1904 y 1917, laica y autogestionada, y que pretendió funcionar como una cooperativa. Pero aunque en esta escuela de hace un siglo cualquier tipo de gobernanza estaba prohibido, en la novela de Adón las relaciones de poder de unos sobre otros están a la orden del día...
...del día lluvioso, gris, casi entre tinieblas, oscurecido por la imponente presencia del bosque, de los árboles y de los intrincados senderos que hay entre ellos. Como en los cuentos clásicos, la naturaleza se convierte en la verdadera protagonista, atenazando sin piedad la vida de los que se mueven en esta comuna cerrada y enferma, dominándolo todo con un abrazo lleno de ramas, de humedad, de insectos y de sombras. Una narración absorbente y asfixiante, con una riqueza expresiva fascinante en la que los personajes son tanto menos importantes como lo es la atmósfera generada por la sucesión de los acontecimientos y por esa pesada presencia del bosque, de la naturaleza más salvaje y terrible sobre la estrecha vida que entre sus espacios discurre.
Pilar Adón es autora de varios poemarios y de distintas narraciones, entre ellas El mes más cruel (Impedimenta, 2010) y Viajes inocentes (Páginas de espuma, 2005), que se hizo con el Premio Ojo Crítico de Narrativa 2005. Y, sin duda, siente una gran fascinación con el mundo del bosque, como parecen atestiguarlo algunas traducciones que ha hecho, en donde la presencia, la atracción, la magia y el misterio de los bosques están muy presentes: El árbol, el fabuloso ensayo de John Fowles o Picnic en Hanging Rock, la inquietante novela de la australiana Joan Lindsay, ambos publicados en Impedimenta y de los que hemos dado reseña en estas páginas.
El bosque, siempre el bosque...
Puedes leer las primeras páginas de Las efímeras pinchando aquí.