viernes, 25 de noviembre de 2016

Francofonia



Aleksandr Sokúrov
Francofonia
Francia/Alemania/Países Bajos, 2015. 84 minutos
Wanda Visión / Cameo, 2016

Se dio el lujo de hacer un ejercicio de estilo fabuloso con El arca rusa (2002), filmada en una única toma, con más de 2.000 actores y con tan solo con un día de rodaje en el Museo del Hermitage de San Petersburgo. Noventa minutos de alarde cinematográfico que solo el ruso Aleksandr Sokúrov podía ser capaz de realizar. En esa cinta, el arte de las 33 salas del museo son protagonistas fundamentales para, a través de las obras que contienen, relatar cerca de 300 años de la historia de Rusia.
En su última película también el arte se convierte en protagonista, pero en esta ocasión prescinde del experimento de la aquella para filmar con una narrativa más convencional (si es que ese calificativo puede aplicarse de alguna forma a este singular autor). Francofonia (2015), narra la insólita comunicación anímica y nunca reconocida de dos personajes antagónicos y enemigos casi por definición. Durante la ocupación nazi de Francia, los alemanes desearon muchas de las obras maestras que contiene el museo del Louvre, como estaban haciendo con otros espacios artísticos, en un ejercicio de colonialismo acaparador parecido a los que, en épocas pretéritas, hicieron la misma Francia o el Reino Unido a lo largo del mundo. Los dos protagonistas de esta historia, narrada en distintos planos espacio-temporales, son Jacques Jaujard (Louis-Do De Lencquesaing), a la sazón, director del Louvre, y el oficial de la ocupación nazi, el Conde Franziskus Wolff-Metternich (Benjamin Utzerath), enemigos de hecho pero colaboradores para salvar los tesoros del museo del expolio alemán. Es este conflicto el que plantea la relación entre el arte y el poder, precisamente con uno de los conflictos más sangrientos de la historia donde el poder se manifestó de manera terrible, y uno de los museos más importantes como símbolo de la civilización (y también del expolio).
Sokurov nos muestra, con los diferentes planos temporales de la película, cómo se formó el museo, su procedencia como atalaya bélica y espacio estratégico sobre una ciudad, París, que crecía a su alrededor, desde una campestre villa medieval hasta la ciudad populosa de la actualidad. Asimismo plantea una profunda crítica a la deriva social y política que ha sufrido el continente europeo como símbolo de nuestra civilización occidental, con sublimes logros para el espíritu (el arte) frente a los inacabables conflictos de poder (las guerras, los expansionismos), el ser humano creador frente al ser humano destructor, el arte frente a la vida, obras inmortales frente a personas violables y prescindibles.


Afortunadamente, entre la locura humana que parece que siempre trufa las sociedades con su paranoia obsesión por la dominación de unos sobre otros, existen valores que acercan posturas antagónicas para preservar, si no a las personas, sí a los vestigios de estas, sus obras, las obras de arte que, como catafalcos de vidas pasadas, encierran los museos a los largo de todo el mundo.
Como siempre, Sokúrov no es nada complaciente con sus películas, siempre nos mueve a la reflexión, al análisis, a la contemplación y al estudio. Como siempre, con un matiz de nostalgia y de angustia vital. Como siempre, con una imagen anegada de gran belleza y perfección narrativa. Es como podemos ver en una de las secuencias fragmentada a lo largo de la película, donde un barco que transporta obras de arte se enfrenta a un terrible temporal en mara abierto y se plantea el gran dilema: ¿qué salvar antes, los tripulantes o las obras, a riesgo de que mueran aquellos?

Puedes ver el tráiler de Francofonia pinchando aquí.