lunes, 18 de julio de 2016

Janis



Amy J. Berg
Janis
Janis: Little Girl Blue (2015)
99 minutos + 56’ extras. Avalon, 2016

Si hay una imagen imitada hasta la saciedad, una figura que se ha convertido en un icono de la segunda mitad del siglo XX, un icono de libertad, de energía y de sensibilidad a un tiempo, esa ha sido la de Janis Joplin (1943-1970). Su sonrisa y aparente felicidad ante un mundo que cambiaba y se abría a algo aparentemente mejor, contrasta fuertemente con aquella mirada triste y con las canciones desgarradas que interpretaba. Es una de esas artistas míticas que integran el llamado Club de los 27, integrado por músicos que han visto truncada su existencia a esa edad y que, tanto más por su fuerte personalidad y grandes dotes artísticas, han pasado a formar parte del Olimpo de la música popular. Sus canciones son leyendas del rock. Su modo de vida, un paralelo de lo que alguien podría esperar de la verdadera estrella del rock de la época beatnik, de la era de Acuario, del LSD y de los hippies, de la heroína, de la carretera y de la revolución sexual. Su inconfundible voz rota, áspera, rasposa y llena de energía aportó a muchas de las composiciones que interpretó un aire inconfundible de una enorme artista, tan grande y eterna como las más grandes y eternas de toda la historia de la música.
Desapareció pronto, víctima de una sobredosis de heroína (como tantos otros músicos) y muchos de los aspectos de su vida quedaron perdidos en la leyenda. Ahora, el documental Janis, dirigido en 2014 por la directora estadounidense Amy J. Berg, que hace poco tiempo pasó por las salas de cine españolas y ya se ha editado en dvd, nos descubre esos secretos vitales de la fabulosa cantante, que se crecía en los conciertos y que tanto sufría en su vida privada. Una mujer a la que pocos podían seguir por su arrolladora e imponente fuerza personal y por su debilidad emocional, frágil como un cristal a punto de romperse. Tras una infancia bastante desoladora, marcada por su aspecto físico y las burlas constantes que sufría en la escuela, tuvo claro desde muy niña que quería dedicarse a cantar y pronto huyó de la pequeña localidad industrial de Texas donde vivía hacia la entonces efervescente San Francisco, donde pronto comenzó a cantar con la banda Big Brother and the Holding Company, con quienes grabó su primer disco y que, a todas luces eclipsó hasta el punto de que en el segundo disco ya era ella la protagonista principal de la banda.
Janis Joplin fotografiada por Bob Seidemann en 1967
Las presiones la llevaron a cambiar de músicos, habida cuenta de que se estaba convirtiendo en una refulgente estrella que brillama como nadie y que rompía moldes en cada uno de los conciertos, de aquellos míticos conciertos de Monterey, de Woodstock o de Amsterdam de 1969, y formaron la Kozmic Blues Band, que tampoco dio los resultados deseados y duró tan solo un año y un disco.
A inicios de 1970 parecía que sus problemas de drogadicción estaban quedando a un lado tras un viaje a Brasil y haber conocido allí a David Niehouse con quien formó pareja sentimental. A su regreso se unió al nuevo grupo Full Tilt Boogie Band, propuesto por su productor, con quienes congenió muy bien y pareció disfrutar de los conciertos que ofrecían juntos. Pero cuando estaban terminando de grabar el nuevo disco Pearl, quizás el mejor de su carrera (sin desmerecer los grandes temas que se encuentran en el resto), un momento de debilidad, quizás tras una borrachera, quizás en un estado de excitación después de una sesión de grabación, puede que tras un fuerte sentimiento de soledad al quedarse sola en su habitación... el caso es que se inyectó de nuevo heroína y resultó fatal. Murió el 4 de octubre de 1970 y entró a formar parte de las leyendas de la música, una mujer débil e insegura en lo privado y fuerte, enérgica y con una personalidad arrolladora en lo profesional. Una voz maravillosa que (una vez más) la droga cortó de golpe. El documental Janis, que cuenta con la voz de la cantante Cat Power leyendo las intensas cartas de la cantante, es la historia de esta cantante, un homenaje a esta artista eterna y a aquella voz que siempre sonará en los reproductores (sean los que fueren los que tengamos en el futuro).

Puedes ver el trailer de Janis pinchando aquí.

miércoles, 13 de julio de 2016

Promesas / La isla



Ana Juan / Matz Mainka
Promesas (Promesse, 2012) / La isla (L’isola, 2011)
Grupo Editorial Luis Vives / Contempla, 2016

A falta de un título para completar la Trilogía del Mar del Norte, cuya aparición está prevista para el próximo octubre, no puedo resistir la tentación de hablar de esta nueva maravilla gráfica (una más) de Ana Juan, realizada en colaboración con el dibujante de cómic y guionista alemán Matz Mainka. Se trata de tres títulos que realizaron conjuntamente tras haberse conocido en 1994 en Japón mientras disfrutaban de una beca organizada por la editorial Kōdansha.
Mainka escribe unos textos que tienen mucho de leyenda, de magia, de amores rotos y perturbados y de pasiones que van más allá del tiempo y del espacio, algo que se adapta perfectamente al estilo gráfico de Ana Juan, en donde los claroscuros de sus ilustraciones transitan entre las sombras de lo imaginado y las luces de los sueños.

En Promesas, Ana y Mainka nos cuentan una historia de amor que se mueve como un tatuaje vivo por el cuerpo de Ada, una joven enamorada de Hans, un soldado que parte al frente durante la I Guerra Mundial y con quien se ha hecho seis promesas, seis compromisos de amor, de fidelidad y de futuro que la contienda viene a trastocar. Los dibujos de la ilustradora nos hacen flotar por las emociones de los enamorados, por las angustias de la separación y por los desencantos de la ausencia con un estilo tan delicado como tenebrista, algo muy propio de Ana Juan, que introduce también muchos elementos oníricos y fantásticos. Dibujos en grafito negro y texturas sepias al que añade un rojo encendido como elemento distintivo de la unión entre Ada y Hans. Los enamorados vuelan y se estremecen, como hacían las parejas del pintor ruso-francés Marc Chagall flotando sobre los tejados de París, en abrazos mentales, en deseos que trascienden el espacio que los separa y que convierten esas promesas de los enamorados en el fin mismo de sus existencias (y quizás, de más allá de ellas). Una preciosidad en la narración y el dibujo que tiene imágenes que son verdaderas obras de arte, unas hermosas y danzantes composiciones de amor y de pena.

El segundo libro, La isla, cuenta una historia más oscura, trágica y enfermiza, casi una historia de terror fantástico, en la que aparece un extraño espíritu de mujer que llega del mundo de los sueños o de los deseos para desquiciar la apacible vida de un farero que vive con su familia en las islas de Halligen, en el mar del Norte. Aquí, Ana utiliza colores apagados, como las luces de los días grises y las noches eternas de esos parajes tan norteños, lo que aporta a la narración un intenso matiz de tristeza y de locura, de perversión y de miedo. Las tentaciones del espíritu vuelven loco al farero y las tormentas sin fin vienen a disparar el drama en muchas direcciones. Pequeños dibujos en tinta negra y roja vienen a remarcar el drama que se va descubriendo en las fabulosas pinturas que la ilustradora valenciana ha realizado para este cuento de aires góticos y malignos, anegado de vapores de alcohol yde desesperanza, miedos, oscuras aves agoreras y sufrimiento sin fin.
Qué ganas tengo de que se publique Hermanas, el tercer título de la trilogía para entrar de nuevo en ese universo sutil, como de filigrana, del arte de Ana Juan, un mundo artístico que es como un trenzado imposible de imágenes ariscas y tenebrosas a la vez que hermosas y llenas de romanticismo. Y en el de los textos que narran estos cuentos parecen extraídos de entre las leyendas trágicas y llenas de imaginación que escribieron Edgar Allan Poe, Gustavo Adolfo Bécquer o Guy de Maupassant.